Declaración General Frente Socialista
Invitar a un visitante a contemplar la sociedad puertorriqueña de los últimos años es invitarlo a viajar por un paisaje en más de un sentido desolador. Año tras año crece la desigualdad: los ricos se hacen más ricos y los pobres se hacen más pobres. Ni siquiera la intensa propaganda del gobierno logra esconder que la escala de desempleo se mantiene a niveles intolerables. No hay que dejarse engañar, aunque la tasa de desempleo ha caído ligeramente en los últimos años, ese tipo de fluctuación es típica del movimiento cíclico de la economía de mercado. Bastará con que se inicie la próxima recesión, para que los niveles de desempleo se disparen una vez más hacia arriba. La juventud, la naturaleza, la clase trabajadora: nadie se salva Esta situación, esta incapacidad del capitalismo colonial --que se ha hecho patente por más de un siglo--, de abrir espacio a las capacidades y creatividad de los recursos humanos del país, afecta de manera particularmente grave a la juventud. Los jóvenes --quitando una reducida minoría-- viven en un presente y ante un futuro inseguros: una buena parte ya tiene que combinar el empleo (mal pagado por lo general) con el estudio (incluso desde la escuela superior), sin que en el horizonte se vislumbren empleos atractivos, estables o bien remunerados. Por otro lado, la educación universitaria se hace cada vez más costosa, lo cual ya ha provocado protestas, incluso en instituciones privadas, en las que hasta hace poco no había tradición de lucha estudiantil. Ante ese panorama de desesperanza, ¿quién puede extrañarse de que muchos se acojan a las oportunidades que ofrece la economía subterránea del narcotráfico? Por otro lado, la contrareforma educativa, que apunta hacia la privatización de la educación pública, tan sólo prepara la instalación de un sistema educativo aún más diferenciado que el actual, que ya implica una educación privilegiada para unos pocos y la falta aguda de recursos educativos para las mayorías. Más aún, la anarquía de la producción capitalista, la búsqueda desenfrenada de la ganancia privada a corto plazo --que sirve de motor a este sistema económico-- implica una constante y creciente agresión a la naturaleza de la cual somos parte. El aire, la tierra, el agua, el mar, los ríos, los bosques --todo el delicado entorno natural-- se ve sometido a violentos ataques que amenazan con dañar irreparablemente el pedazo del planeta en que nos ha tocado vivir. Desde la construcción del llamado superacueducto, pasando por la Carreteras 10 y 66, hasta la constante destrucción de árboles para crear más espacio para el automóvil (detrás del cual se encuentran poderosos intereses de las multinacionales automotrices, del petróleo y de la construcción), la economía de mercado demuestra, día a día, su incapacidad de crear una relación no-destructiva entre el ser humano y la biósfera. Como si todo esto fuera poco, se acentúan también los ataques a todas las conquistas históricas del pueblo trabajador. Es decir, se intenta eliminar, paso a paso, todas las barreras que, a través de luchas pasadas, los oprimidos lograron imponerle a la sed insaciable del capital: así se intensifican los ataques a las uniones del sector público y privado y se abre paso la contrareforma laboral. A nombre de la flexibilidad, se le da al patrono más poder para fragmentar y extender la jornada laboral, para aumentar la intensidad del trabajo y para alterar la asignación de tareas. Mientras tanto, se agravan día a día, los problemas de escasez de vivienda y falta de accesibilidad a servicios médicos adecuados, que afectan a la gran mayoría de la población. Para recargar el golpe contra las mayorías, se le da nuevo impulso a la política de privatización. Si bien no hay que exagerar su alcance, no hay duda de que la existencia de un amplio sector público tenía, y tiene, el efecto de limitar las tasas de desempleo, de crear, por tanto, una situación en el mercado de trabajo menos desfavorable para los asalariados, lo cual --combinado con el hecho de que ciertos servicios son o gratuitos o subsidiados--permite a la clase obrera resistir mejor las pretensiones de los patronos. Por todas esas razones, la privatización es una pieza clave de la ofensiva patronal. Con ella se pretende aumentar la inseguridad de empleo, a la vez que convertir todo servicio en mercancía que será necesario adquirir en el mercado. En algunos casos --como los proyectos de construcción de plantas cogeneradoras de carbón en Guayama y otros puntos de la isla-- la política de privatización se combina con nuevas amenazas al ambiente. Esa política, más aún, tan sólo puede generar despidos, como ya fue el caso de las Navieras. Todas las medidas tienen un objetivo común: atomizar a la clase obrera, convertirla en un conjunto de individuos, cada uno por su lado, cada uno compitiendo ferozmente con los otros, cada uno dispuesto o dispuesta a trabajar más intensamente, por más tiempo, por menos salario, con tal de retener el empleo, con tal de obtener algún ingreso monetario. Un obrero y obrera a merced plena de cada patrono: ese es el ideal supremo del neoliberalismo. Con represión y prejuicios se nos vende la receta neoliberal ¿Y cómo reacciona el estado a las consecuencias de está situación social (como el crecimiento de una violenta economía subterránea)? Usa, como se sabe, esos problemas para justificar soluciones represivas: desde la militarización de la Policía y los intentos de limitar el derecho a la fianza y de reestablecer la pena de muerte, hasta la invasión de países enteros, el aumento del presupuesto militar y la instalación de una infraestructura militar (como los radares en Puerto Rico) para una alegada "guerra contra las drogas" (que nunca se podrá ganar pues no va a la raíz del problema de la adicción). Aún así, esa guerra no deja de ser útil a los sectores dominantes: ese aparato militar, además de hacer rico a los mercaderes de la muerte, se usará, cuando sea necesario, contra los pueblos que exijan verdaderas soluciones a sus problemas. Esas políticas se acompañan además de una ofensiva ideológica que culpa a los pobres de su pobreza. En lugar de atacar las raíces del desempleo, se nos ofrecen sermones a diario sobre la "ética del trabajo". En lugar de garantizar escuelas y centros de cuidado diurno y de aumentar --en lugar de recortar-- los servicios sociales a madres y padres, se nos ofrecen sermones sobre "los niños primero". En lugar de abrir espacio a su creatividad, a sus ideas, a su deseo de crear un mundo distinto al que han heredado, se reprime y criminaliza a los jóvenes --se hostigan sus lugares de reunión y se persiguen sus formas de expresión. A todo --a los jóvenes, a los inmigrantes, a los gays y lesbianas, al derecho al aborto--, a todo, menos al capitalismo, se le echa la culpa de nuestros males sociales. Y con ello, a su vez, se le da nueva vida a los más arraigados prejuicios contra grupos tradicionalmente marginados y perseguidos: contra la mujer que se atreve a vivir sola o fuera de la familia tradicional y a exigir su derecho más elemental, el derecho a controlar su propio cuerpo; contra los jóvenes y contra los gays y lesbianas que cuestionan la moral represiva de una sociedad homofóbica; contra los inmigrantes a los que se culpa por el desempleo y por el crimen. Toque de queda contra los jóvenes; prohibición de vivir juntos a personas de un mismo sexo; hostigamiento, deportaciones, palizas y muerte para los inmigrantes, como ya fue el caso de Rafael Herrera. Esa es la receta neoliberal. ¿Quien puede sorprenderse de que esa sociedad se caracterice por una altísima tasa de violencia y agresión, por la generalización de conductas autodestructivas y por diversas formas de maltrato de niños y ancianos, entre otros males sociales que todo el mundo conoce? Pero la resistencia le dice NO A LA RESIGNACION Pero los pueblos no se han resignado a la receta neoliberal. Desde la insurrección en Chiapas en 1994, pasando por las militantes huelgas en Francia a finales de 1995 hasta el Paro Nacional del 1ro de octubre en Puerto Rico, las grandes mayorías no dan muestra de haber aceptado la teoría de que hemos llegado al fin de la historia. En Puerto Rico la lucha de los jóvenes y los estudiantes --que muchos consideraban muerta-- se ha levantado con nuevos bríos. La comunidad inmigrante ha empezado a exigir sus derechos de modo mucho más visible que en el pasado. El movimiento ambiental se encuentra activo, desde las protesta contra la extracción de arena en Loíza y Utuado, hasta la oposición a la ruta 66 en el este y al Superacueducto en el norte. El repudio al traslado del Comando y del Ejército Sur a Puerto Rico se intensifica. La exigencia de la excarcelación de los presos políticos se convierte en un sentimiento de todo el pueblo. Se resiste y la resistencia ha dado pasos organizativos importantes. Cuando el gobierno intentó limitar el derecho a la fianza, la organización del pueblo le cerró el paso, derrotándolo en el referéndum de 1994. La lucha contra la privatización y --más específicamente-- contra la venta de la Telefónica, ha permitido generar importantes e impresionantes movilizaciones --sin precedentes en los últimos años en Puerto Rico--, así como crear nuevas estructuras. Ese es el caso del Comité Amplio contra la privatización y de los once Comités Regionales que están activos en la actualidad. No hay duda de que esas movilizaciones y esas nuevas estructuras poseen un gran potencial. Por ello el Frente Socialista participa activamente en todas esas iniciativas. Por eso hemos contribuído a fortalecer esas estructuras desde el momento en que nacieron. Por eso --lo decimos con orgullo-- dimos la lucha, para que a algunas de esas estructuras --como el recién creado Comité Amplio-- se les diera la oportunidad de nacer y florecer. Por eso trabajamos para que, a diferencia de las experiencias pasadas, esta vez los Consejos regionales no sean aves de paso, sino organismos duraderos de la lucha obrera y de todo el pueblo en cada región del país. Pero a la larga hay que reconocer una dura realidad. Mientras el capital siga siendo el dueño de la economía, mientras los gobiernos sean gobiernos de los patronos, nuestra resistencia siempre será parcial, nuestras victorias --sin dejar de ser importantes-- serán pasajeras, nuestras conquistas serán reversibles y estarán bajo constante acecho. En 1995 detuvimos parcialmente la contrareforma laboral. No hay duda de que en poco tiempo volverá a levantar su desagradable cabeza. En 1990 logramos detener la venta de la Telefónica: en 1997 los privatizadores lanzan una nueva ofensiva. Esa nueva ofensiva privatizadora la vamos a detener también, pero en esa lucha hay que preguntarse, ¿cómo enfrentar esta guerra de nunca acabar contra un enemigo que tan sólo se retira para reagruparse y relanzar su ofensiva más tarde? En cuanto a esto, los socialistas tenemos algo que decir. Queremos decirlo claramante. Más allá de cada lucha parcial: hace falta y es posible una sociedad distinta Toda la experiencia histórica demuestra que la estabilidad y seguridad económica y material, que el pleno empleo y la garantía de servicios básicos a toda la población, que la veradera y efectiva igualdad de todos los seres humanos que se proclamó en la las revoluciones francesa y americana hace doscientos años, que la superación de la discriminación y la opresión de la mujer, del negro, del inmigrante, del gay y la lesbiana, que la igualdad económica de diversas regiones y países, que el respeto y florecimiento de todas las culturas nacionales, que la protección de la naturaleza del uso destructivo, que la eliminación de la violencia --doméstica y en la calle-- son incompatibles con la economía de mercado, con el capitalismo y con la mal llamada libre empresa. Bajo el dominio del capital, cualquier paso que se tome en esa dirección --sin dejar de ser una conquista importante que hay que defender sin titubeos-- estará siempre en peligro y no dejará de ser más que un parcho en el tejido de una sociedad esencialmente destructiva. No dejará de ser más que un dique a la tendencia del capital a convertirlo todo en fuente de acumulación, cueste lo que cueste en términos humanos y ecológicos. Esto es particularmente cierto hoy, en que el neoliberalismo promueve el capitalismo más salvaje y despiadado que pueda imaginarse. Por eso insistimos que las resistencias tienen que plantearse una respuesta de conjunto al capitalismo. Por eso insistimos que el capitalismo puede y debe reemplazarse por una dinámica social distinta. Por eso insistimos en el proyecto de una sociedad que se fundamente, no en la competencia, en el sálvese quien pueda, en la desigualdad y en la riqueza privada o en el gobierno de unos pocos, sino en la cooperación y la solidaridad, en la riqueza colectiva y la igualdad política y económica. Por eso insitimos en el socialismo como proyecto emancipador, que vamos a construir desde la lucha --en toda su diversidad-- de todos los sectores oprimidos. Por eso existe el Frente Socialista como esfuerzo unitario de los que en Puerto Rico comparten ese objetivo. Una lucha que rebasa fronteras ¿Nueva
sociedad? Sabemos que ese objetivo no es alcanzable plenamente en un sólo
país: es un esfuerzo compartido por todos los pueblos del mundo. Por eso
el Frente también se vé como parte de los muchos que alrededor del
planeta trabajan y luchan en la misma dirección: la solidaridad de los
oprimidos, por encima de toda frontera política o diferencia cultural, el
internacionalismo --sobre todo en esta época en que el mercado y el
capital alimentan nuevos y viejos prejuicios y en que la xenofobia levanta
su horrible pezuña-- es para nosotros uno de los puentes indispensables
hacia esa nueva sociedad, que es tan posible como necesaria. Particulares lazos nos unen a las luchas y aspiraciones de la comunidad puertorriqueña residente en Estados Unidos, porque somos parte de un mismo pueblo, y porque esa comunidad ha desarrollado formas de lucha y resistencia admirables en condiciones especialmente difíciles. Cada avance de esas comunidades será un avance para todo nuestro pueblo, dondequiera que residamos. Militancia, unidad, ver más allá de lo inmediato Esas son las pautas que orientan el trabajo de los socialistas. Esas son las orientaciones que ponemos al servicio de las luchas de nuestro pueblo: insistimos, primeramente, en la continuidad de la lucha. Trabajamos para fortalecer todas las estructuras de organización de los oprimidos. Promovemos, en segundo lugar, la más estrecha vinculación y solidaridad de todas las luchas liberadoras: el frente incluye a compañeros y compañeras sindicalistas y estudiantes, ambientalistas y anti-militaristas, activistas gay y lesbianas y luchadores por la libertad de los presos políticos, defensores de los derechos de los inmigrantes y feministas, defensores de los derechos de los confinados y activistas de la solidaridad internacional con los pueblos en lucha, desde Cuba hasta Chiapas. Y cada uno de nosotros insiste en que esas luchas deben apoyarse y fortalecerse mutuamente, en que deben concebirse como parte de una misma lucha. Y, en tercer lugar, aspiramos a que también como elemento unificador, los miles de compañeros y compañeras activos en esas luchas --con los cuales trabajamos y luchamos a diario-- vayan encontrando un horizonte común a todos esos esfuerzos de resistencia: un horizonte que, con nuestro trabajo y nuestro análisis, intentamos demostrar debe ser la aspiración a una sociedad verdadera y profundamente democrática, en que la fuentes de riqueza estén en manos del pueblo, en que la gestión económica esté orientada-- no a generar ganancias para unos pocos-- sino a la satisfacción de las necesidades libremente decididas por la población a través de sus órganos de autogobierno. Es decir, trabajamos a diario para fortalecer todas las luchas del pueblo, para unirlas y vincularlas unas con otras, para romper las barreras que a menudo las han separado. Estamos convencidos de que ese fortalecimiento y creciente unidad de todas las luchas del pueblo pondrá en entredicho la naturaleza misma de la sociedad de clase en que vivimos, del capitalismo y de todas sus instituciones políticas y económicas, que en Puerto Rico poseen además un carácter colonial. Nuestra lucha por la autodeterminación nacional --que asumimos plenamente-- la vemos como parte de un proyecto más amplio, como la vieron Hostos y Betances y los revolucionarios puertorriqueños del siglo XIX: como un paso hacia la Confederación Antillana y como parte del proceso que, desde Chiapas a Quebec, hará nacer un nuevo Caribe y una nueva América del Centro y del Norte. Caribe y Américas de los pueblos y de todas sus culturas, en toda su diversidad y riqueza, y no de las multinacionales y del capital, que todo lo reducen a dólares y centavos y que no pueden más que despreciar aquello que no pueden convertir en mercancía. La organización de la clase obrera A
diferencia de lo que puedan pensar algunos, para nosotros no existe
contradicción entre participar y reconocer todas las luchas --y promever
su desarrollo vigoroso y autónomo-- y a la vez insistir que la
organización de la clase obrera como clase, que el movimiento obrero,
sigue siendo la pieza clave, sin la cual no puede plantearse de manera
viable y realista la substitución del capitalismo por otra sociedad más
igualitaria y más democrática. Por eso estamos en todas las luchas de
los asalariados y asalariadas, incluyendo la lucha contra el
gobierno-patrono y por el reconocimiento del derecho de los empleados
públicos a la sindicalización y por su derecho a la huelga. Para el Frente Socialista, por tanto, la conquista de la independencia política de la clase obrera sigue siendo un objetivo político fundamental. La clase obrera tiene que dejar de hacer política PNP o popular o pipiola. La clase obrera tiene que empezar a hacer política obrera, a través de organizaciones propias vinculadas a sus luchas y capaz de atraer a sus filas a todos los sectores oprimidos del país. Para enfrentar lo que viene: únete al Frente Socialista Unirse al Frente Socialista implica asumir ese objetivo. El Frente Socialista es una iniciativa unitaria que tres organizaciones y compañeros y compañeras individuales hemos venido construyendo con paciencia y con urgencia. En algunos casos, a pesar de las diferencias, y en muchos casos, enriqueciéndonos de las diferencias, ya hemos caminado un buen trayecto juntos. Esa experiencia nos convence de que el camino de la unidad es el único camino posible. Te invitamos, compañero y compañera, a que te unas a nosotros y nosotras en la ruta que nos queda por delante. La lucha necesita tu entusiasmo y creatividad. Unirse al Frente Socialista en modo alguna implica o puede implicar apartarse de las diversas luchas que se dan en el país. Al contrario, implica un compromiso de seguir en ellas y de fortalecerlas en todo momento. Lo que el Frente sí le ofrece a todo activista y luchador es la posibilidad de una perspectiva más amplia, de una comprensión más abarcadora de la situación del país, de una capacidad de coordinación más efectiva, no porque el Frente esté hecho de gente excepcional o sabelotodos, sino simplemente porque está hecho de gente muy diversa y porque se enriquece a diario de esa diversidad, porque pone en contacto a cada uno de sus miembros con otros que comparten los mismos objetivos y se encuentran en otras uniones o sindicatos, en otros talleres, en otras regiones o comunidades y que están activos en otras luchas. El futuro nos depara una época de creciente conflicto social. La ofensiva patronal no va a cesar. Los recortes presupuestarios que ya han empezado implicarán nuevos ataques a programas de asistencia social que hasta ahora han hecho la vida más o menos tolerable a muchos sectores oprimidos. La crisis de la política de privatización --con experiencias como el cierre del hospital de Fajardo y la ya evidente crisis de la contrareforma de salud-- van demostrando, a los que abrigaran alguna ilusión, las verdaderas consecuencias de las políticas neoliberales. La próxima recesión tendrá lugar cuando ya empiecen a sentirse los efectos sobre la economía colonial puertorriqueña tanto del Tratado de Libre Comercio, como de la eliminación de la sección 936, en una situación en que los estrategas coloniales no dan indicación alguna de haber articulado otras fórmulas de gestión económica. La historia no está escrita. Se escribe en la lucha entre los opresores y los oprimidos. La época turbulenta en que vivimos puede ser la antesala de una grave derrota de los pueblos, que tendría consecuencias terribles para la humanidad, o puede ser la antesala de una época de florecimiento --libre y solidario-- de toda la humanidad, en que todos los talentos y los logros técnicos y ciéntificos de los hombres y las mujeres se pongan al servicio del bien común. Socialismo o barbarie. Esa sigue siendo la suprema definción. La lucha sigue. Cada cual a su puesto.
Aprobado en Asamblea Santurce, Puerto Rico 26 de octubre de 1997
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